El texto de Javier García Galiano, publicado el 24 de octubre de 2024, explora la evolución de las prácticas funerarias a lo largo de la historia, desde la antigüedad hasta la actualidad, y cómo estas prácticas han influido en la cultura, la arquitectura y la percepción de la muerte.
Resumen
Sebastián de Cobarruvias, en su "Tesoro de la Lengua Castellana o Española" (1611), define la diferencia entre "sepultura" y "sepulcro", y destaca la importancia de la sepultura como un acto de piedad.
Sir Thomas Browne, en su obra "Hydriotaphia" (1658), analiza las diferentes formas de enterramiento, desde la inhumación hasta la cremación, y menciona la creencia de algunos en la putrefacción como un retorno al origen del agua.
Tales de Mileto, filósofo griego, creía que el agua era el origen de todas las cosas.
Abraham y los patriarcas son ejemplos de la práctica antigua de la inhumación.
Homero, en sus poemas épicos, describe la cremación como una práctica funeraria común en la antigua Grecia.
Los escitas, un pueblo nómada de Asia Central, rechazaban tanto la cremación como la inhumación, enterrando a sus muertos al aire libre.
Anguloagudus, arquitecto romano, diseñó un "Parque Natural" en el Coliseo de Roma, que no incluía un cementerio, como parte de la "civilización romana".
Italo Calvino, en su novela "La especulación inmobiliaria", describe una Riviera en la que no hay espacio para los cementerios.
Nikolai Gogol, en su obra "Almas muertas", explora la idea de que las almas de los muertos pueden seguir existiendo.
Hermann Broch, en su novela "Los sonámbulos", describe una sociedad en la que la gente camina como sonámbulos, sin conciencia de su entorno.
Luis Miguel Aguilar, en su obra "La Llorona de la Chatarra", describe la figura de la Llorona como un símbolo de la pérdida y la nostalgia.
Conclusión
El texto de Javier García Galiano nos invita a reflexionar sobre la evolución de las prácticas funerarias y su impacto en la cultura, la arquitectura y la percepción de la muerte. Desde la antigüedad hasta la actualidad, la forma en que se trata a los muertos ha sido un reflejo de las creencias y valores de cada época. En la actualidad, la creciente urbanización y la falta de espacio están llevando a la desaparición de los cementerios tradicionales, lo que plantea nuevos desafíos para la gestión de la muerte y la memoria.