Este texto de Ariel González, escrito el 13 de Diciembre de 2024, analiza la situación política y social de Siria a lo largo de su historia, destacando la inestabilidad crónica y la ausencia de democracia como causas principales de su sufrimiento. El autor contrasta la realidad siria con la de Dinamarca, utilizando el libro "Política" de David Runciman como referencia.
Resumen:
Siria ha experimentado una larga historia de inestabilidad, marcada por la violencia, la opresión y la intolerancia. Solo ha disfrutado de periodos de relativa paz bajo el Imperio Romano y el Imperio Otomano.
Tras la independencia en 1946, Siria no logró construir un gobierno estable, sufriendo numerosos magnicidios, revoluciones y golpes de estado.
El gobierno de Chukri el-Kuatli a finales de los años 50 marcó el inicio de la influencia de la Unión Soviética.
El golpe de estado de Hafez al-Asad en 1970 instauró una dictadura dinástica que sumió al país en la miseria y la opresión.
La "Primavera Árabe" (2010-2011) exacerbó la situación, con Bashar al-Asad manteniendo el poder mediante la violencia extrema con el apoyo de Irán y Rusia.
La prisión de Sednaya, descrita por Amnistía Internacional como un "matadero", ejemplifica la brutalidad del régimen de Bashar al-Asad.
La guerra civil siria ha causado al menos 600.000 muertes, 2.1 millones de heridos, 7.2 millones de desplazados y 20 millones de personas dependientes de ayuda humanitaria.
La situación actual, con múltiples facciones armadas, incluyendo grupos como Hayat Tahrir al Sham (HTS) liderada por Abu Mohammed al Jawlani, no garantiza un futuro estable y pacífico.
David Runciman, en su libro "Política", contrasta la situación de Siria con la de Dinamarca, atribuyendo las diferencias a la política y la ausencia de democracia en Siria.
Conclusión:
La ausencia de instituciones democráticas en Siria ha conducido a un desastre humanitario y social.
La tiranía y el totalitarismo son caldo de cultivo para la ruina económica y social.
La lección de la experiencia siria es clara: la democracia, aunque no sea una panacea, es fundamental para la paz y el desarrollo.
La caída de Bashar al-Asad no garantiza automáticamente un futuro mejor para Siria, dada la complejidad del panorama político y la presencia de múltiples grupos armados.