Este texto de Mariana Mazzucato y Johan Rockström, escrito el 19 de noviembre de 2024, analiza la preocupante falta de atención internacional a la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y las alteraciones del ciclo del agua, a pesar de los eventos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes. Los autores enfatizan la interconexión de estas crisis y las graves consecuencias de la inacción.
Resumen:
Los eventos climáticos extremos, como las inundaciones en España y la sequía en el sur de África, demuestran la urgencia de abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la crisis del agua.
La COP16 en Cali, Colombia, recibió poca atención y no produjo una hoja de ruta para aumentar la financiación de la protección de especies, centrándose en aspectos secundarios como la compensación por el uso de información genética.
La inacción global, similar a la observada en las negociaciones climáticas, impide la eliminación gradual de los combustibles fósiles y el cumplimiento del objetivo del 30% de protección planetaria establecido en el Marco Mundial para la Biodiversidad de Montreal (2022). 158 países aún no han presentado planes formales.
La pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas amenazan la estabilidad climática y el ciclo hidrológico, afectando la seguridad alimentaria, la salud y la estabilidad social. Los ecosistemas terrestres absorben el 25% de las emisiones de CO2, pero están dañados por eventos hidrológicos extremos.
El informe de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua destaca la interconexión global a través del agua (azul y verde) y los ríos atmosféricos, enfatizando la importancia de la vegetación saludable para el ciclo del agua. La salud de los ecosistemas en un país afecta las precipitaciones en otros.
La inacción tiene costos económicos enormes, con proyecciones de reducción del PIB del 8% en países de altos ingresos y hasta el 15% en países de bajos ingresos para 2050. Más del 55% de la producción mundial de alimentos se encuentra en zonas con escasez de agua dulce.
La solución pasa por proteger y restaurar los ecosistemas, implementando políticas impulsadas por misiones que involucren a diversos sectores (agricultura, silvicultura, construcción, TIC) y ministerios (Medio Ambiente, Finanzas, Agricultura, Ciencia y Tecnología).
Se propone que los gobiernos presenten planes para cumplir los objetivos del Marco Mundial para la Biodiversidad, reconozcan la importancia del agua verde en sus estrategias y mejoren la compensación a los pueblos indígenas por la protección de la biodiversidad.
Conclusión:
Mazzucato y Rockström concluyen que la falta de acción urgente y sistémica tendrá consecuencias devastadoras. Se necesita una ambición mayor por parte de los gobiernos para proteger la biodiversidad y los ecosistemas, reconociendo la interdependencia entre el agua, la biodiversidad y la economía global. El éxito no se mide en actos simbólicos, sino en acciones concretas para evitar una década perdida en la protección de la biodiversidad y el acceso al agua dulce.