Este texto de Enrique Krauze, publicado el 10 de noviembre de 2024 en Reforma, analiza la destrucción del orden republicano en México y la necesidad de su restauración. Krauze argumenta que la actual situación política mexicana representa una ruptura con la tradición republicana del país, y que la concentración del poder ha socavado las instituciones democráticas.
Resumen:
Krauze inicia citando la Constitución de Apatzingán de 1814, que establece la necesidad de dividir el poder para evitar su concentración.
Señala que la República en México, a lo largo de su historia, solo ha florecido en tres periodos breves: la República Restaurada (1867-1876) bajo el liderazgo de Benito Juárez, un periodo a principios del siglo XX tras la Revolución de 1910 liderada por Francisco I. Madero, y un tercer periodo de 1997 al 5 de noviembre de 2024.
Critica el gobierno de Porfirio Díaz, describiéndolo como una "monarquía con ropajes republicanos", y el régimen posterior a la Revolución Mexicana, calificándolo como una "monarquía absoluta, sexenal, hereditaria por la vía transversal" (Cosío Villegas).
Destaca el tercer periodo republicano (1997-2024), iniciado con la presidencia de Ernesto Zedillo, caracterizado por la consolidación del Instituto Federal Electoral y la autonomía del Poder Judicial.
Acusa al actual régimen de haber destruido el legado republicano, concentrando el poder y menoscabando las libertades individuales y los derechos humanos. Señala la connivencia entre el Ejecutivo, el INE, el Trife y ministros de la Suprema Corte de Justicia.
Concluye que el renacimiento de la República dependerá de las generaciones futuras y de la capacidad de preservar la verdad histórica.
Conclusión:
Krauze presenta un análisis pesimista pero esperanzador sobre el estado de la República en México. Si bien lamenta la destrucción del orden republicano, apela a la memoria histórica y a la capacidad de las futuras generaciones para restaurar los valores democráticos y las instituciones que lo sustentan, recordando que ni siquiera los emperadores romanos pudieron borrar la voluntad republicana.