Este texto de Moisés Naim, escrito el 9 de diciembre de 2024, analiza el auge global de la antipolítica y el declive del apoyo a los partidos en el poder en las elecciones de países desarrollados. Se argumenta que este fenómeno no es un simple cambio pendular entre ideologías, sino una crisis más profunda de la confianza en el sistema político.
Resumen:
En 2024, los partidos en el poder sufrieron una caída histórica en su porcentaje de votos en todos los países desarrollados.
Este fenómeno se caracteriza por el apoyo creciente a partidos extremistas, impulsados no por una ideología específica, sino por un rechazo visceral al poder establecido.
La antipolítica, un desprecio generalizado hacia el sistema político, se ha convertido en un factor determinante en las elecciones.
En Europa, la extrema derecha ha ganado fuerza considerable en países como Austria, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Polonia y Suecia.
En América Latina, figuras antisistema han llegado al poder en Argentina, Colombia, El Salvador y México.
El etnonacionalismo ha tomado fuerza en Israel, India y Turquía. Incluso en Canadá, se vislumbra la posibilidad de un gobierno populista de derecha.
Martín Gurri, en su libro "La rebelión del público" (2014), predijo este fenómeno, argumentando que internet amplificaría el descontento social y desestabilizaría las democracias occidentales.
El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos se interpreta como parte de esta tendencia global, donde el discurso más estridente gana ventaja.
Las nuevas tecnologías digitales exacerban la frustración preexistente y dificultan el retorno a los sistemas informativos tradicionales.
Las crecientes expectativas de los votantes superan la capacidad de los estados para satisfacerlas, generando un estancamiento político.
Este estancamiento, descrito como "vetocracias" por Francis Fukuyama, permite a actores políticos con poder de veto bloquear iniciativas, generando descontento.
Conclusión:
La respuesta a esta crisis no es abandonar la democracia, sino actualizarla.
Se necesitan instituciones más transparentes, competentes y participativas, que reduzcan la brecha entre gobernantes y gobernados.
Se deben fortalecer los mecanismos de control y equilibrio para garantizar el respeto a los principios democráticos, incluso por líderes populistas.
El descontento no desaparecerá, pero se puede canalizar para lograr una gobernanza más efectiva. Esto requiere un esfuerzo significativo, pero es necesario intentarlo.