Este texto de Salvador Camarena, del 13 de Diciembre de 2024, analiza la dinámica de poder en el inicio del sexenio de la segunda administración de Morena, destacando la complejidad de las relaciones entre los diferentes poderes y actores políticos, en contraste con el presidencialismo más personalista del sexenio anterior. El autor argumenta que, a pesar del poder de la Presidencia, existe una distribución del poder más fragmentada y negociada.
Resumen:
El gobierno de Morena se caracteriza por un cuarteto de poder (Ejecutivo, Legislativo, liderazgos estatales y partido), en lugar del presidencialismo unipersonal del sexenio anterior.
Cada uno de estos cuatro poderes es heterogéneo y se encuentra en un proceso de acomodo interno y entre ellos para definir su influencia en las decisiones gubernamentales.
La Presidencia de la República, a cargo de Sheinbaum, mantiene una posición dominante, pero no absoluta.
El Congreso, con ejemplos como el intento de cambios constitucionales y los jaloneos en la renovación de la CNDH, muestra una autonomía relativa respecto al Ejecutivo.
La conformación del gabinete y las posiciones de liderazgo en el Congreso reflejan las negociaciones y alianzas surgidas de la competencia interna por la candidatura de Morena, incluyendo a figuras como Fernández Noroña, Monreal, Adán Augusto, y Ebrard.
El nombramiento de Andrés Manuel López Beltrán como directivo de Morena, junto con Luisa María Alcalde, representa un cambio significativo en el poder interno del partido, que ahora requiere consulta.
Los "liderazgos estatales", incluyendo figuras como Clara Brugada, los clanes Murat y Velasco (PVEM) y el PT, buscan fortalecer su influencia.
Conclusión:
El nuevo gobierno de Morena presenta un modelo de poder más distribuido y negociado que el anterior, aunque la Presidenta mantiene una posición de liderazgo.
La dinámica política actual es resultado de las alianzas y negociaciones forjadas durante la competencia interna por la candidatura presidencial.
La influencia de diferentes actores políticos, incluyendo los liderazgos estatales y el partido, añade complejidad a la toma de decisiones.
El análisis sugiere que el presidencialismo en México está experimentando una evolución, alejándose de un modelo altamente personalista, pero sin necesariamente avanzar hacia un sistema más republicano.
