Este texto de Alonso Romero, escrito el 25 de noviembre de 2024, analiza las contradicciones y desafíos de la transición energética global, particularmente en el contexto de la COP29 celebrada en Bakú, Azerbaiyán. El autor critica la hipocresía de los países ricos en sus promesas de financiamiento climático y la falta de un modelo efectivo para una transición justa.
Resumen:
La COP29 en Bakú, Azerbaiyán, evidenció la brecha entre las promesas de financiamiento climático de los países ricos y la realidad. Los países desarrollados incumplieron el compromiso del Acuerdo de París de aportar 100 mil millones de dólares anuales, aumentando la meta a 120 mil millones, pero aún insuficiente.
El uso del carbón sigue aumentando en los países en desarrollo debido a su menor costo inicial en comparación con las energías limpias. Se necesitan 900 mil millones de dólares en inversiones, con al menos 300 mil millones de los países ricos, para una transición justa, según la Comisión de la Transición Energética.
Se requieren 10 billones de dólares anuales en inversiones globales (10% del PIB global), según el Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP), para lograr la transición energética. Esto incluye redirigir inversiones actuales hacia sectores sustentables.
Las experiencias negativas en países como Alemania y Reino Unido muestran los riesgos de una transición energética mal planeada, que puede afectar la calidad de vida y generar rechazo ciudadano. Esto ha creado un vínculo mental negativo entre transición energética y deterioro de la calidad de vida.
La clase media global, afectada por las crisis de 2008 y 2020, y el rechazo a la migración y a la ayuda internacional en los países ricos, dificultan la implementación de políticas de transición energética. Líderes políticos como Donald Trump y partidos de oposición en Alemania, Reino Unido, Francia y Canadá reflejan este sentimiento.
El modelo actual, liderado por la iniciativa privada (IP), es ineficiente y susceptible a cambios de opinión, como lo demuestran las grandes petroleras BP, Exxon y Shell al abandonar sus metas de descarbonización.
Según Dani Rodrik, existe un nuevo trilema: es imposible combatir el cambio climático, impulsar la clase media en países ricos y reducir la pobreza mundial simultáneamente con el modelo actual. Se necesita un cambio global donde los estados retomen su papel para impulsar una transición energética justa y acelerada.
Conclusión:
El texto de Alonso Romero resalta la urgencia de un cambio de paradigma en la transición energética global. Se necesita una mayor responsabilidad de los estados, un financiamiento adecuado y un modelo que considere las realidades socioeconómicas de los países en desarrollo para evitar los errores del pasado y lograr una transición justa y efectiva. Las experiencias de Alemania y Reino Unido sirven como advertencias cruciales.